El individuo y el colectivo
Desde mis primeros días como arquitecta, me interesó la tensión nunca resuelta entre el proceso dinámico de la vida de los habitantes, y los límites que impone a ese proceso el contenedor arquitectónico. Se supone que nuestros edificios alcancen una forma completa y final, que no se queden en un estado no determinado — pero el habitar y la creación de comunidad son procesos abiertos. Descubrí que podía mantener la tensión entre el objeto arquitectónico y el proceso si concebía y diseñaba los edificios de viviendas como matrices espaciales, y no como sistemas formales cerrados.